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CRONICAS

ESPIRITU DE ASOCIACION VS INDIVIDUALISMO    

 

                                                                           POR: JAGAVARIZ      

 

La historia de las sociedades ha tenido como componente la conformación de agrupaciones personas de análogas lenguas e idénticas aspiraciones sociales, quienes procuran la obtención de unos fines con unos mismos medios; las gentes se aglutinan movidas por propósitos sociales, económicos, políticos, religiosos, etcétera. Como nos enseñaban en la escuela primaria, “El hombre busca la compañía de sus semejantes por instinto, por afecto, por placer y por necesidad”. Este comportamiento no fue ajeno a nuestro terruño sogamoseño en donde hasta hace no muchos años se tenía el espíritu de asociación como uno de los determinantes del desarrollo citadino; los sogamoseños disfrutábamos de un patente sentimiento de hermandad y nos desenvolvíamos con una solidaridad y un afán de cooperación que trascendía a la vida ciudadana con manifestaciones de civismo, espíritu público, y filantropía, las cuales se materializaban en obras de progreso que hoy son orgullo de la ciudad y de las cuales nos hemos ocupado en varias ocasiones.     

 

Como arriba decimos, el nacimiento de nuestras sociedades y culturas estuvo enmarcado con la conformación de grupos cuyos miembros hablaban el mismo idioma, se gobernaban con idénticas leyes y procuraban similares objetivos sociales. Los primitivos procuraban el agrupamiento en sociedades o pluralidades humanas que Aristóteles consideraba como inherentes al hombre como animal social; el tema dio para qué pensadores como Hobbes, Locke, y el propio Rosseau consideraran tales agrupaciones como fundamento y justificación de un determinado orden ciudadano. El asunto genera muchas elucubraciones, conceptos, y teorías que son materia propia de sociólogos, antropólogos, politólogos, etc; nosotros apenas queremos destacar de que manera nuestra sociedad contemporánea, infortunadamente, ha sido avasallada por un individualismo a ultranza que cada vez golpea con mayor contundencia la vida de los pueblos que otrora fueran arquetipos de la solidaridad y de la confraternidad. 

 

En Sogamoso, por ejemplo, nos hemos tornado en las últimas épocas cada vez más individualistas e indiferentes, por no decir indolentes; las empresas comunitarias continuamente se deterioran más y nuestros conciudadanos de ordinario se dejan poseer por una apatía invencible; apenas si tenemos tímidos destellos de solidaridad cuando nos golpean a todos, pero no nos inquietamos ni nos afligimos cuando el vecino recibe la arremetida de los poderosos. Paradójicamente cuando se han conquistado espacios de participación ciudadana que permiten acciones mancomunadas de los componentes de nuestra colectividad social, se advierten la dispersión y el debilitamiento de la acción comunitaria estimulados  por el individualismo y el egoísmo. Aquí asistimos, dolorosamente, a la extinción de organismos o asociaciones que otrora fueron dinamizadores del progreso citadino; nos hemos encasillado en nuestros personalísimos problemas, cuando no en disputas bizantinas, dejando de lado las soluciones de la problemática social. Hoy echamos de menos entidades o corporaciones como la Cámara Junior, la Sociedad de Mejoras Públicas, el Club de Leones, el Comité de Ganaderos, las peñas y asociaciones taurinas, la Corporación de Ferias y Exposiciones, el Comité de Ornato y Embellecimiento, los entes de cultura, y otras tantas instituciones que dejaron profunda huella en el desarrollo de la Ciudad del Sol. No existen ahora, infortunadamente, lideres con suficiente capacidad de convocatoria y carisma y quienes pretenden fungir como tales no logran disimular su vanidad, su personalismo, ni sus inclinaciones politiqueras. Muchas veces hemos proclamado la necesidad de fortalecer la SOGAMOSEÑIDAD, sentimiento que es la quintaesencia del amor al terruño, del fervor cívico, de la auténtica defensa de nuestra historia, de nuestras ínclitas tradiciones y virtudes ciudadanas, de la evocación y exaltación de nuestros ancestros y valores terrígenas y de los prohombres que forjaron las glorias de esta Villa Republicana de Sogamoso. La Sogamoseñidad es el compendio de la altivez, de la liberalidad y del espíritu emprendedor de nuestros coterráneos y de los demás atributos que identifican al hombre sogamoseño.   

 

Por lo anterior, nos corresponde a todos sacudirnos del individualismo cerril, y recuperar el hilo perdido de nuestro civismo y de nuestro espíritu emprendedor; luchar porque las entidades que dejaron de funcionar resurjan como mecanismos para consolidar la auténtica Sogamoseñidad y garantizar así que nuestra Patria Chica sea orgullo para todos nosotros, para nuestros hijos y para los hijos de nuestros hijos.

 

ADDENDA. –  “En cierto grado del desarrollo social es imposible que cada terruño viva separado de los vecinos; poco a poco los que tienen intereses comunes, creencias semejantes, idiomas afines, costumbres análogas van formando sociedades regionales cada vez más solidarias”.

 

                                                                              JOSE INGENIEROS                                                      

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