A PROPOSITO DE UNAS BUENAS FIESTAS
POR: JAGAVARIZ
No somos muy dados a realizar balances precipitados sobre los resultados de las festividades tradicionales,
o reales, como anteriormente eran llamadas; por eso, y talvez por excepción, queremos referirnos ahora al recientemente finalizado
Festival del Sol y del Acero. Apoyándonos en el trillado refrán conforme al cual, “Cada quien habla de la feria, según
le vaya en ella”, hemos querido indagar a las gentes y auscultar su opinión sobre el desarrollo y evaluación de la pasada
edición de la feria de Sogamoso y hemos palpado un sentimiento casi unánime sobre el éxito de este certamen en el 2005, al
cual se suma nuestra propia percepción sobre esta fiesta magnifica que dejó en nuestra retina y en nuestra alma de sogamoseños,
una grata impresión y un imborrable beneplácito.
Pero los acontecimientos, como este de la exitosa feria pasada, no se producen por generación espontánea, por
el contrario, ellos tienen soporte en el desempeño de quienes fungieron como organizadores, artífices, y ejecutores de esa
nada fácil empresa; tenemos la certidumbre de que quienes cargaron sobre sus hombros esa ardua tarea, unieron a su voluntad
y deseo de acertar, una buena dosis de imaginación, creatividad, planeamiento y visión para materializar un programa festivo,
bien dispuesto y variado, que fue del agrado de nuestras gentes y del encanto de quienes en número tan impresionante fueron
nuestros huéspedes.
Pero, talvez, el éxito de nuestras pasadas festividades tuvo su más sólido soporte en la decisión de vincular
a ellas todas las gentes sin reparar en consideraciones sociales o económicas; hacia años que no se advertía la participación
activa de los gremios, de los lugareños sin distingos de estrato social, edad o condición profesional; por primera vez se
hizo palpable la presencia de nuestros campesinos con el natural lustre que su concurrencia activa implicó. Los organizadores
de las fiestas, este año, acertaron en llegar a los sectores rurales en donde se encontraron con un enorme potencial humano
de ingenio, inventiva y lucidez artística, y, desde luego, con el animo alegre y la voluntad de servicio propios de las gentes
del agro; de ahí, que el desfile del campo, que incluyó el de los silleteros, a la sogamoseña, y el concurso de murgas campesinas
constituyera una feliz ocasión para comprobar como los hombres y mujeres de nuestra campiña constituyen la mejor reserva de
nuestro componente social.
El Consejo de Desarrollo Rural y los organismos encargados de estructurar el calendario festivo se anotaron
un auténtico hit pues supieron canalizar el talento innato de nuestros labriegos y tributar el reconocimiento a una población,
que como arriba señalamos, es una preciosa reserva de la patria.
Otro acierto destacable de los organizadores de nuestro certamen festivo lo constituyó la vinculación del sector
educativo, (directivos, docentes, educandos y padres de familia), en la celebración del Primer Reinado de la Cultura y el
Folclor, con participación de candidatas de las instituciones educativas, el cual, pese a sus naturales falencias, superó
con creces a los caricaturescos torneos nacionales del acero, tan onerosos y tan venidos a menos en los últimos años. El reinado
estudiantil tan alegre y auténtico, convocó a todos los sectores ciudadanos, al área escolar y a todos los estamentos sociales,
¡bien por eso!
Pero si lo anterior no bastase para conformar el marco esplendoroso de nuestras festividades julianas, es necesario
destacar el monumental multicolor y luminoso desfile de carrozas y comparsas realizado este año, el cual deleitó hasta el
frenesí a los millares de personas que colmaron las calles, avenidas y plazas de la Ciudad del Sol. Este fastuoso espectáculo
superó todos los realizados en anteriores festividades, incluyendo los que se cumplían en los años sesenta y setenta del siglo
pasado, cuando nuestra fiesta juliana alcanzó su máximo esplendor; hacia mucho tiempo que no contemplábamos rostros tan alegres
y efusivos como aquellos de los innumerables niños, jóvenes y ancianos que acudieron a la inolvidable cita festiva del diecinueve
de julio pasado.
También aplaudimos la nutrida cabalgata, cuyos pequeños lunares no alcanzaron a empañar su magnificencia ni
el empeño de quienes tuvieron el encargo de entregar a los sogamoseños y visitantes una exhibición digna de las mejores ferias
colombianas.
Nos haríamos interminables si
comentáramos a espacio, la Feria Taurina, la cual estuvo a la altura de la legendaria tradición sogamoseña, que arranca de
la mismísima época colonial y que ocupa sitial señalado en el panorama de la fiesta de los toros del país. Las fiestas bailables,
las magnificas Noches de Suamox, (calidad que no cantidad), patrocinadas por la empresa SURTIMAX que no por recursos municipales, y el famosísimo campeonato municipal de trompo y demás eventos,
rubricaron el grato sabor de unas fiestas alegres y auténticamente populares; esto para no hablar del orden y la seguridad
brindados por las autoridades de policía y transito y por los demás organismos de prevención y salud. Seguramente hubo falencias,
eclipsadas por el éxito global del certamen ferial y los óptimos resultados económicos obtenidos por los grandes y pequeños
inversionistas que tienen en la feria una ocasión para procurarse unos ingresos adicionales en esta época de recesión y crisis.
Para terminar, nuestros parabienes para los organizadores del Festival del Sol y del Acero del 2005, quienes
no solo pudieron enmendar las fallas de los años anteriores, sino que contando con el probado liderazgo del alcalde Luís Guillermo
Barrera y con la tesonera acción de los secretarios de Educación y Cultura, Juan Carlos Ostos Guevara, y de Desarrollo Humberto
Hurtado Rodríguez y demás componentes del comité de la Feria del Sol, le cumplieron a Sogamoso y al país y pusieron muy en
alto la tradición festiva de la Ciudad del Sol, tan reconocida en todo el territorio Colombiano.
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